Blogs que sigo

domingo, 17 de enero de 2016

Basílica Santa María in Trastevere - Roma


Una historia extraña

En la parte de Austin vivía antaño una honrada familia apellidada Smothers. Consistía la familia en Juan Smo­thers, su mujer, una hija de cinco años y los padres de ella, lo que justificaba mencionar un número apreciable de ciu­dadanos en los padrones. Pero a los efectos prácticos allí sólo se contaban en casa de los Smothers tres ciudadanos dis­ponibles.
Una noche, después de cenar, aquejó a la niña un serio cólico y Juan Smothers hubo de salir para procurarse medicinas. Y no volvió jamás.
La muchacha, empero, se curó y con el tiempo se convirtió en una mujer completa.
A la madre le disgustó mucho la desaparición de su mari­do, así que transcurrieron hasta tres meses antes de que volviera a casarse y se trasladara a San Antonio.
La jovencita se casó también a su tiempo, y tuvo una ni­ñita que llegó a los cinco años de edad. La hija de Juan Smothers seguía viviendo en la misma casa de que su padre saliera para no volver.
Por una curiosa coincidencia, la niña enfermó, de un cóli­co de camarones, la noche en que se cumplía el aniversario de la desaparición de Juan Smothers.
Juan Smith, que tal era el nombre del marido de la madre de la enferma, intervino.
-Bajaré a la ciudad y traeré los medicamentos precisos.
-¡No, no, querido Juan! -exclamó su mujer-. No quiero que desaparezcas y también te olvides de venir.
De modo que Juan Smith no salió y el matrimonio perma­neció velando al lecho de Pansy, que tal era el nombre de la niña.
Al cabo de un rato Pansy pareció empeorar y otra vez Juan Smith quiso salir en busca de medicinas, pero su esposa no se lo permitió.
De pronto se abrió la puerta y un viejo, encorvado y encogido, de largo cabello blanco, penetró en el aposento.
Pansy lo reconoció antes que los demás y aseguró:
-Mirad, ha llegado el abuelo.
El viejo sacó del bolsillo un frasco de medicina y dio a Pansy una cucharada.
La nena reaccionó inmediatamente, y Juan Smothers explicó:
-Tardé, ¿no? Me he retrasado un poco esperando el tranvía.
O Henry


Rosa nos la dedica a tod@s para que nadie se dé por aludid@