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lunes, 16 de marzo de 2015

Códice Calixtino


La paciencia

Un joven letrado acababa de aprobar las oposiciones de mandarín. An­tes de tomar posesión de su primer des­tino oficial, organizó una fiesta con sus condiscípulos para celebrar el aconteci­miento. Durante la velada, uno de sus amigos, que ocupaba un cargo desde ha­cía algún tiempo, le dio un consejo:
-Sobre todo, no olvides esto: la mayor virtud del mandarín es la paciencia.
El funcionario novato saludó respetuosamente al veterano y le agradeció cordialmente esta preciada recomenda­ción.
Un mes más tarde, durante un ban­quete, el mismo amigo le recomendó una vez más que se esforzase mucho en la paciencia. Nuestro joven letrado le dio las gracias con una sonrisa diver­tida.
Al mes siguiente, se cruzaron en los pasillos cubiertos con fieltro de un mi­nisterio. El veterano agarró por la manga al principiante, se lo acercó de un tirón y le sopló al oído su sempiterno consejo. Contraviniendo la acolchada etiqueta que era de rigor en los edificios oficiales, el otro retiró bruscamente su manga de seda y exclamó:
-¿Me tomas por un imbécil o qué? ¡Es la tercera vez que me repites lo mismo!
Mientras un cortejo de dignatarios indignados se volvía, el mentor declaró:
-¿Ves?, hago bien en repetirlo. ¡Mi consejo no es tan fácil de poner en prác­tica!

Un momento de cólera es quemar en un instante
la madera acumulada desde hace mucho tiempo.

Pascal Fauliot