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viernes, 28 de noviembre de 2014

Titelles Guinyol Didó




Cicco Petrillo

Había una vez un matrimonio que tenía una hija y le habían encontrado marido. El día de la boda estaban invitados todos los parientes, y después de la ceremonia se sentaron a la mesa. En medio del banquete se quedaron sin vino. El padre dijo a la hija recién casada:
-Baja a la bodega a buscar más vino.
La recién casada baja a la bodega, pone la botella debajo del tonel, abre la espita y espera a que la botella se llene. Mientras esperaba, se puso a pensar: «Hoy me he casado, dentro de nueve meses me nacerá un hijo, lo llamaré Cicco Petrillo, lo vestiré, lo calzaré, crecerá... ¿y si Cicco Petrillo después se me muere? ¡Ay, pobre hijo mío!». Y rompió a llorar desconsolada.
La espita había quedado abierta y el vino se derramaba por la bodega. Los que estaban en el banquete, espera que te espera; pero la novia no aparecía. El padre dijo a su mujer:
-Baja a la bodega a ver si a aquélla le ha dado por dormirse.
La madre fue a la bodega y encontró a su hija llorando a cántaros.
-¿Qué has hecho, hija? ¿Qué te ha pasado?
-Ah, madre mía, estaba pensando que hoy me he casado, en nueve meses tendré un hijo y le pondré Cicco Petrillo; ¿y si Cicco Petrillo después se me muere?
-¡Ay, mi pobre nieto!
-¡Ay, mi pobre hijo!
Y las dos mujeres rompieron a llorar.
La bodega, entre tanto, se inundaba de vino. Los que se habían quedado a la mesa, espera que te espera; pero el vino no llegaba.
-Les habrá pasado algo a las dos -dijo el padre-. Mejor voy a echar una ojeada.
Fue a la bodega y encontró a las dos mujeres llorando como criaturas.
-¿Pero qué diablos os pasa? -preguntó.                                               
-¡Ah, hombre, si supieras! Estamos pensando que ahora esta hija nuestra se casó, y muy prontito nos dará un nieto, y a este nieto le vamos a poner Cicco Petrillo; ¿y si Cicco Petrillo se nos muere?
-¡Ah! -gritó el padre-. ¡Pobre Cicco Petrillo!
Y los tres se pusieron a llorar en medio del vino.
El novio, al ver que nadie volvía, dijo:
-¿Pero qué diablos estarán haciendo ahí abajo? Vamos a ver qué pasa.
Y bajó.
-¿Pero qué os ha pasado que estáis llorando? -preguntó al oír ese gimoteo.
Y la novia:
-¡Ay si supieras! Estábamos pensando que ahora acabamos de casarnos,­ y tendremos un hijo y le pondremos Cicco Petrillo. ¿Y si Cicco Petrillo se nos muere?
El novio al principio se quedo mirándolos por si se trataba de una broma, pero cuando entendió que le hablaban en serio perdió los estribos y empezó a dar gritos:
-Que erais un poco tontos -dice-, eso me lo imaginaba, pero hasta tal punto -dice-, la verdad, no me lo suponía. Y ahora -dice-, ¿tengo que perder mi tiempo con estos imbéciles? ¡Pero qué esperanza! -dice-. Me voy y se acabó. ¡Sí, señor! -dice-. Y en cuanto a ti, querida mía, quédate tranquila que no me verás nunca más. ¡A menos que llegara a encontrarme con tres locos peores que vosotros! -dice, y se va. Salió de la casa y ni siquiera se volvió para saludar.
Caminó hasta un río, donde había un hombre que quería descargar avellanas de una barca con ayuda de una horquilla.
-¿Qué haces con esa horquilla, buen hombre?
-Hace rato que lo intento, pero no logro levantar ni una.
-Pero hombre, ¿por qué no pruebas con la pala?
-¿Con la pala? Claro, ni se me había ocurrido.
«¡Vaya otro!, piensa el novio. «Éste es todavía más bestia que toda la familia de mi mujer.»
Caminó hasta llegar a otro río. Había un campesino que se afanaba por dar de beber a dos bueyes con una cuchara.
-¿Pero qué estás haciendo?
-¡Ya llevo tres horas y todavía no logro calmar la sed a estas bestias!
-¿Y por qué no les dejas meter el hocico en el agua?
-¿El hocico? Ah, es cierto. No se me había ocurrido.
-«¡Y van dos!», se dijo el novio, y siguió su camino.
Caminó hasta que en la copa de una morera vio una mujer que sos­tenía con las manos un par de calzoncillos.
-¿Que haces ahí, buena mujer?
-¡Oh, si supieras! -le respondió-. Mi marido murió y el cura me dijo que subió al Paraíso. Yo estoy esperando que vuelva a bajar y se meta de nuevo en sus pantalones.
«¡Y con ésta tres!», pensó el novio. «Me parece que no encuentro sino gente más tonta que mi mujer. ¡Mejor que me vuelva a casa!»
Así lo hizo y se sintió contento, pues bien se dice que en el país de los ciegos el tuerto es el rey.        

Italo Calvino Cuentos populares italianos (Roma)


El texto atribuido en las redes a Gabriel García Márquez, fue escrito al parecer por el ventrílocuo mexicano Johnny Welch, como parte del show de su marioneta "El Mofles".