Blogs que sigo

jueves, 12 de diciembre de 2013

Fundació Folch i Torres

     


Objectius de la Fundació Folch i Torres

Aplegar i conservar en un Arxiu-Museu accessible al públic i als estudiosos les obres i el material bibliogràfic dels cinc germans Folch i Torres, Manuel, Lluís, Josep Maria, Ignasi i Joaquim.
Difondre el coneixement de l'obra dels cinc germans, així com de la seva personalitat i acció en el camp de les lletres, les arts i la pedagogia.
Promoure estudis i assaigs sobre la seva obra o altres aspectes de la seva personalitat.
Organitzar actes culturals públics relacionats amb la seva obra o sobre temes afins, especialment en el marc del castell de Plegamans, on es troba l'Arxiu-Museu.
Contribuir així al coneixement de la història literària i artística de la fi del segle XIX i la primera meitat del segle XX a Catalunya, en el qual van participar eficaçment els cinc germans.


El misterio de Shakespeare

Todo sucedió en una de aquellas ciudades pioneras del viejo Oeste, en las que la bebida provocaba más de una disputa que luego se dirimía por las armas. Los vaqueros de las praderas eran hombres rudos y duros, pero nunca estúpidos; de hecho, algunos estaban incluso bastante bien educados. Un hecho fácilmente demostrable si tenemos en cuenta sus objetos de discusión.
Un día, en el bar del hotel de la ciudad, un grupo de hombres discutían sobre Shakespeare, en particular sobre el enigmático problema de si había sido realmente el Bardo quien había escrito todas las obras que se le atribuían, o si éstas eran en realidad obra de Francis Bacon. Ambos bandos tenían sus defensores, y a medida que la tarde fue avanzando y la bebida fluyó con libertad, la discusión se fue caldeando.
Algunos de los participantes perdieron la compostura, y en consecuencia empezaron a apuntarse con sus revólveres los unos a los otros. En todo caso, antes de que perdieran la cabeza por completo, un hombre franco salió de entre el grupo y dijo que no se trataba de un dilema que pudiera resolverse con las armas sino mediante arbitraje.
Los demás aceptaron su propuesta, volvieron a guardar los revólveres en sus respectivas fundas, y empezaron a buscar un árbitro. Transcurrido cierto tiempo, consiguieron ponerse de acuerdo sobre cuál iba a ser el hombre apropiado para semejante función.
El árbitro seleccionado fue un irlandés que había permanecido tranquilamente sentado en el bar, fumando y sin decir una palabra mientras rugía el debate, circunstancia que debió de revelar lo apropiado de su carácter para la tarea.
Aceptando tomar parte como juez y jurado, el hombre continuó sentado, fumando tranquilamente mientras cada bando le presentaba formalmente sus argumentos. Cuando todos hubieron terminado su exposición, el irlandés permaneció en silencio durante un rato, y después habló pausadamente.
-Bueno, caballeros -dijo con un acento tan espeso como cualquier otro surgido de Irlanda-, mi decisión es la siguiente: esas obras en disputa no fueron escritas por Shakespeare, ¡sino por otro autor que se llamaba igual!                                                                                                                                                
                                                                                                                                                                                   (Bram Stoker)