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jueves, 29 de agosto de 2013

Librería Santos Ochoa







En el centro de Soria, al final del Collado, está la librería más completa de Soria. Entre sus dos plantas encontrarás las secciones de Libros, Ebooks, Papelería, Multimedia, Discos, Informática, Revistas y Libros de Texto. Perderse aquí ojeando libros es un placer tanto en invierno junto a la chimenea como en verano en el patio.
Hay que destacar la sección de Libros Regionales, la gran selección de Narrativa actual o de siempre y el espacio Infantil y Juvenil, donde los niños tienen un rincón solo para ellos donde pueden jugar y encontrar sus cuentos favoritos.
Marcapaginasporuntubo dedica esta entrada a Laura 
  
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martes, 27 de agosto de 2013

Aurelio Suárez


Nació en la ciudad de Gijón. Su personal mundo artístico, onírico y surrealista, se mezcla con imágenes de su mundo más cercano: la ciudad, sus gentes y sus autorretratos. Realiza, como otros artistas de la época, tiras cómicas para revistas y periódicos e incluso trabajó decorando lozas, platos y cerámicas.
La principal corriente artística en la que trabaja es el surrealismo realizando también algunas series que cubren otros estilos artísticos.
En la obra de Aurelio Suárez debemos destacar su portentosa imaginación creadora como el nexo de unión entre todos sus cuadros.
Su firma, invertida, está siempre acompañada de la rúbrica de un pez.

EL TRAJE DEL PRISIONERO                             

El Buche, el cerillero, llegaba antes que nadie a la estación de al-Zagazig cuando iba a pasar el tren. Recorría los andenes incomparablemente ligero, ojeando a los clientes con sus ojos pequeños y ex­pertos. Si alguien hubiese preguntado al Buche por su trabajo, el Buche habría echado pestes de él. Por­que el Buche, como la mayoría de la gente, estaba harto de su vida, descontento con su suerte. Si hu­biese sido dueño de elegir, hubiera preferido ser chó­fer de algún rico y vestir ropa de effendi y comer lo mismo que el bey y acompañarle a sitios selectos en todo tiempo; una manera de ganarse la vida que parecía diversión, placer. Tenía además otros moti­vos particulares y razones sutiles para desear un tra­bajo como aquel; lo deseaba desde un día en que vio cómo el Fino, el chófer de uno de los Importan­tes, paraba a la Nabawiyya, la criada del comisario, y la requebraba, descarado y seguro. Incluso, una vez, oyó que le decía frotándose las manos satisfe­cho: «Pronto vendré con el anillo...» Y vio que la joven sonreía con arrumaco mientras levantaba el borde de la milaya como si lo estuviese arreglando (lo que quería es que se viera su pelo negrísimo y abrillan­tinado). Vio aquello y el corazón se le inflamó y los celos le mordieron dolorosamente; los ojos de ella eran sus dolores y sus enfermedades. La siguió a poca distancia y en una calleja le salió al paso aquí y allí e hizo volver a sus oídos lo que le había dicho el Fino: «Pronto vendré con el anillo». Pero ella tor­ció la cabeza, frunció la frente y dijo desdeñosa: «Mejor cómprate unos zuecos». Y él se miró los pies como si fueran una sima de significados misterio­sos, su galabeyya sucia, su taqiyya mugrienta y se dijo: «Éste es el motivo de mi miseria y el ocaso de mi estrella», y envidió al Fino, su trabajo y su suerte... Sólo que estas esperanzas, en lugar de apartarle de su oficio le hacían enfrascarse en él con mayor afán y satisfacer sus esperanzas con sueños.
Aquella tarde subió a la estación con su caja a atender al tren del crepúsculo que todavía no era más que una nube de humo en el horizonte, pero que avanzaba, se acercaba. Ya se distinguían las distintas unidades y se percibía el estrépito; ya es­tá parado junto a los andenes... Al lanzarse a los vagones vio el Buche con sorpresa que en las puer­tas había centinelas y que por las ventanillas aso­maban caras extrañas con ojos ausentes, rotos. Pre­guntó y le enteraron de que eran prisioneros italia­nos que habían caído a montones en manos del enemigo y que les conducían a campos de concen­tración.
El Buche se quedó perplejo pasando los ojos por los rostros polvorientos, y luego le tomó la desilu­sión; cuando estuvo cierto de que aquellas caras pá­lidas, hundidas en la miseria y la necesidad difícil­mente podrían saciar su ansia de cigarrillos... Se dio cuenta de que devoraban su caja y les repelió con una mirada irritada y desdeñosa. Pensaba darles la espalda y volver por donde había venido cuando oyó que una voz le gritaba en árabe con acento euro­peo: «cigarrillos». Le echó una mirada sorprendida y desconfiada, luego frotó el dedo índice con el pul­gar: «¿hay dinero?». El soldado comprendió y con­testó afirmativamente con la cabeza. El Buche se acercó cauteloso y se detuvo fuera del alcance de las manos del soldado. El soldado se quitó calmo­samente la guerrera y le dijo mostrándosela: «Este es mi dinero». El Buche quedó deslumbrado y escu­driñó la guerrera gris con botones dorados entre sor­prendido y ávido. Le había ganado el corazón, pero como no era un cándido ni un palurdo disimuló lo que se había levantado en él para sacar ventaja de la avidez del italiano. Con estudiada parsimonia exhibió una cajetilla y extendió el brazo para recoger la cha­queta. El soldado frunció la frente y le gritó: «¿Una cajetilla por la guerrera?... ¡Diez!» El Buche dio un respingo y se echó para atrás; su deseo recedió. Iba a irse por otro lado, pero el soldado le gritó: «Una cosa razonable... nueve... ocho...» El Buche sacudió la cabeza negando tercamente. «Entonces, siete. » Pero él sacudió la cabeza como antes y fingió que se iba. El soldado se dio por satisfecho con seis y luego bajó a cinco. El Buche hizo un gesto con la mano: nada que hacer. Se volvió hacia un banco y se sentó. El soldado le gritó enloquecido: «Ven... me conformo con cuatro... » Ni se dio por aludido, y para demostrar su falta de interés encendió un cigarrillo y se puso a fumar paladeándolo pausadamente. La desazón del soldado aumentó, se puso rabioso, pa­recía que el único fin de su existencia era conseguir cigarrillos. Bajó su demanda a tres, luego a dos. El Buche siguió sentado, dominando sus violentas ganas y su dolorosa impaciencia. Pero cuando el sol­dado hubo bajado a dos no pudo evitar un movi­miento delator. El soldado, nada más verla, exten­dió la mano con la guerrera: Toma, y el Buche no tuvo más remedio que levantarse, acercarse al tren,  recoger la guerrera y dar al soldado las dos cajeti­llas. Escudriñó la guerrera con ojos alegres y satisfe­chos y rompió sus labios una sonrisa triunfante. Dejó la caja en el banco y se puso la guerrera y la aboto­nó. Le quedaba ancha, pero no le importó. Estaba maravillado, feliz. Recogió la caja y empezó a cortar el andén orgulloso, transportado. Evocó la imagen de Nabawiyya envuelta en su milaya y murmuró: «Si me viese ahora». Sí, a partir de ahora no me evita­rá ni me apartará la cara con desdén, y el Fino no tendrá motivo de qué presumir delante de mí. Aquí recordó que el Fino llevaba uniforme completo, no una simple guerrera. ¿Cómo conseguir los pantalo­nes? Caviló un tiempo, luego echó una mirada de inteligencia a las cabezas de los prisioneros que aso­maban por las ventanillas del tren. El deseo le juga­ba en el corazón y le inquietaba el alma cuando casi  la tenía satisfecha. Se lanzó al tren pregonando de­cidido: «Cigarrillos, cigarrillos. Un pantalón la cajeti­lla si no hay dinero. Un pantalón la cajetilla». Repi­tió el pregón por segunda y tercera vez. Temiendo que no comprendiesen lo que pretendía, señaló la guerrera que llevaba puesta y mostró. una cajetilla. Su gesto produjo el efecto apetecido: un soldado no vaciló en quitarse la guerrera. El Buche corrió hacia él y le hizo gestos de que fuese despacio y le indicó los pantalones. El soldado se encogió de hombros desdeñoso, se quitó los pantalones y el cambio se completó. La mano del Buche se engarfió en los pantalones; casi volaba de gozo. Volvió al banco de antes y se puso los .pantalones en un santiamén; es­taba hecho todo un soldado italiano... ¿o le faltaba algo?.. Era una auténtica pena que estos soldados no llevaran tarbus... ¡Pero llevan botas! Las bolas le son indispensables para estar a la altura del Fino, que le amarga la vida. Cargó con la caja y se aba­lanzó al tren gritando: «Cigarrillos... un par de botas la cajetilla». Como la otra vez, se ayudaba de ges­tos... Pero antes de que diera con un cliente el tren hizo oír su pito; iba a arrancar. Se produjo una ola de agitación entre los centinelas. El manto de la som­bra había cubierto los rincones de la estación; el pá­jaro de la noche planeaba en el espacio. El Buche se detuvo desconsolado, en los ojos una mirada de aflicción y rabia. Cuando el tren se puso en marcha le vio el centinela del vagón delantero y la exaspe­ración apareció en su cara. Le gritó, primero en in­glés, luego en italiano: «Sube ligero. Tú, preso, al tren». El Buche no entendió lo que decía y quiso con­solarse remedándole, seguro de que no podía ha­cerle nada. El centinela gritó otra vez mientras el tren se alejaba lentamente: «Sube, te lo advierto, sube». El Buche apretó los labios desdeñoso y le volvió la espalda dispuesto a marcharse. El centinela crispó el puño que esgrimió amenazante, apuntó su fusil contra el inocente Buche y disparó. A la detonación, que atronó los oídos, sucedió un grito de dolor y de espanto. El cuerpo del Buche perdió el movimiento, la caja se le cayó de las manos y se derramaron las cajetillas de cigarros y cerillas. Luego, la cara del Buche se mudó en la de un cuerpo exánime.
(Naguib Mahfuz)


domingo, 25 de agosto de 2013

Aira das Letras - Libraría

A libraría


Ecoespazo "O Rexo" (Pinturas y esculturas de Agustín Ibarrola)

 
  O principiño no planeta Allariz

Carapuchiña Vermella co Lobishome no bosque escantado "O Rexo"

Libraría Aira das Letras

Caminos del Cid




El viejo samurai

Había una vez en el antiguo Japón, un viejo samurai, ya retirado que se dedicaba a enseñar el arte de la meditación a sus jóvenes alumnos. A pesar de su avanzada edad, corría la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierto día apareció por allí un guerrero con fama de ser el mejor en su género. Era conocido por su total falta de escrúpulos y por ser un especialista en la técnica de la provocación. Este guerrero esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y después con una inteligencia privilegiada para captar los errores del contrario atacaba con una velocidad fulminante. Nunca había perdido un combate.
Sabiendo de la fama del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y así aumentar su fama de invencible. El viejo aceptó el reto y se vieron en la plaza pública con todos los alumnos y gentes del lugar. El joven empezó a insultar al viejo maestro. Le escupió, tiró piedras en su dirección, le ofendió con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados. Durante varias horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo maestro permaneció impasible. Al final de la tarde, exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró.
Los discípulos corrieron hacia su maestro y le preguntaron cómo había soportado tanta indignidad de manera cobarde sin sacar su espada, asumiendo el riesgo de ser vencido.
-Si alguien te hace un regalo y tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese regalo? -preguntó el samurai.
-A quién intentó entregarlo -respondió un discípulo.
-Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, los insultos y la envidia -dijo el maestro-, cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.

jueves, 22 de agosto de 2013

Museo Galego do Xoguete




Coa finalidade de recoller todo o significado e o valor dos xogos e xoguetes de tódolos tempos, créase en Allariz o MUSEO GALEGO DO XOGUETE, instalado no Centro Social, pazo do antigo Xulgado. Esta iniciativa foi promovida polo Concello como consecuencia da doazón dunha importante colección de xoguetes recompilada durante anos por Alberto Oro Claro, un veciño de Allariz.
Esta colección conta cunha parte importante de xoguetes considerados antigamente como “masculinos” e de xoguetes bélicos, destacando tamén xogos de mesa e proxectores de cine.
Dende a súa inauguración no ano 1995, os fondos iniciais foron aumentando e enriquecéndose con outras doazóns de visitantes que colaboran coas súas achegas. 
O Museo ofrece novas posibilidades que permiten e favorecen a participación activa dos visitantes poñendo á súa disposición sinxelos xogos de habilidade nos que se empregan os sentidos, sobre todo a vista ou o tacto.

***

El Museo está en el mismo edificio dónde tiene su sede Avinza y la Oficina Municipal de Información, por lo que aprovechamos para mandar un cariñoso saludo a Mónica Caneda y sus compañeras.
No disponen de marcapáginas, por lo que hemos adjuntado, para ayudarles a decidirse, uno de Follas Novas (Mariquita Pérez), obsequio de Mª Luísa, y otro que conseguimos en Lisboa.
Y, por supuesto, saludamos a Genma, la responsable del Museo, a quien va dedicada esta página.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Ocho y Medio






Ocho y Medio es un lugar en donde el cine y los medios audiovisuales tienen su protagonismo.
Ocho y Medio es una librería básicamente. Pero también es una editorial, y también un espacio donde hay cursos, a veces monólogos de actores, o música, y un café, y... y
Todo empezó en el año 1978, justo en los sótanos de los cines de enfrente de donde están ahora. Nacieron los Cines Alphaville, pioneros en muchas cosas, y nació una muy pequeña librería en el sótano. Hace casi 20 años, la librería cayó en manos de sus actuales propietarios, y decidieron darle vida propia, en un lugar más amplio, con luz, y sin restricciones de horario. Eso sí, siempre en la misma calle. Primero en el número 23, y desde hace mucho, mucho en el lugar actual en el número 11. 
Ocho y Medio fue creciendo, y creciendo hasta convertirse, según dicen en una de la principales librerías especializadas en cine en el mundo mundial.
Marcapaginasporuntubo busca los marcapáginas que le  faltan de Ocho y Medio
Ocho y Medio siempre ha sido algo más que una librería. Quizás por su localización junto a la mayor concentración de cines en VO de Madrid, siempre ha funcionado como un punto de encuentro entre la gente aficionada al cine, los profesionales del sector, y todo el mundo interesado por el audiovisual. No son extraños los encuentros de gente de cualquier país que casualmente coinciden tras años sin verse entre nuestras paredes.

Con La Comunidad pretendemos que ese espíritu que tiene nuestra sede fisica, de alguna manera se pueda abrir a gente que viva en cualquier parte del mundo, a veces tan lejanas como el otro extremo de Madrid.

Para eso estamos abiertos a cualquier sugerencia y desde luego para que funcione es necesaria e imprescindible vuestra colaboración.

De momento empezamos a lo grande con 12 blogs escritos especialmente para nosotros.

El resto de vosotros depende. Somos eso : Una comunidad. - See more at: http://www.ochoymedio.com/comunidad/#sthash.REerlXl1.dp
Ocho y Medio siempre ha sido algo más que una librería. Quizás por su localización junto a la mayor concentración de cines en VO de Madrid, siempre ha funcionado como un punto de encuentro entre la gente aficionada al cine, los profesionales del sector, y todo el mundo interesado por el audiovisual. No son extraños los encuentros de gente de cualquier país que casualmente coinciden tras años sin verse entre nuestras paredes.

Con La Comunidad pretendemos que ese espíritu que tiene nuestra sede fisica, de alguna manera se pueda abrir a gente que viva en cualquier parte del mundo, a veces tan lejanas como el otro extremo de Madrid.

Para eso estamos abiertos a cualquier sugerencia y desde luego para que funcione es necesaria e imprescindible vuestra colaboración.

De momento empezamos a lo grande con 12 blogs escritos especialmente para nosotros.

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lunes, 19 de agosto de 2013

Museo de Bellas Artes de Asturias

El Museo de Bellas Artes de Asturias está instalado en el Palacio de Velarde, la Casa de Oviedo-Portal y la Casa de Solís-Carbajal en las calles de la Rúa y Santa Ana de Oviedo.
Fue inaugurado el 19 de mayo de 1980 a partir de la colección de arte propiedad de la antigua Diputación Provincial de Oviedo, ahora depende de la Consejería de Cultura del Principado de Asturias y es sufragado con fondos del Principado y del Ayuntamiento de Oviedo.
El Museo actualmente cuenta con un fondo de casi 15.000 piezas inventariadas, aunque realmente sólo se expongan entre 350-400 al público. Contiene pinturas de artistas españoles -destacando los asturianos- y extranjeros (destacando la pintura italiana y flamenca), además de esculturas, fotografías y objetos de vidrio y loza.