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miércoles, 29 de mayo de 2013

Lin Yutang - La importancia de vivir


El mejor «espectáculo» que jamás he visto ocurrió una tarde en el océano Índico. Era en verdad inmenso. El escenario tenía un centenar de millas de ancho y tres de alto, y en él la naturaleza representó un drama que duró media hora: con dragones gigantescos, dinosaurios y leones que se movían por el cielo -¡cómo se hinchaban las cabezas de los leones y se extendían sus melenas, y cómo se inclinaban y se retorcían los lo­mos de los dragones!-; y ejércitos de soldados con uni­formes blancos y grises y oficiales con entorchados do­rados, que marchaban y contramarchaban y se unían en combate y se retiraban otra vez. A medida que prose­guía la batalla y la persecución, cambiaban las luces del escenario, y los soldados de blancos uniformes apare­cieron de color naranja y los soldados de uniformes gri­ses parecieron ponerse otros purpúreos, mientras el te­lón de fondo era una llama de oro iridiscente. Luego, cuando los técnicos de la naturaleza fueron apagando gradualmente las luces, el púrpura venció y tragó al na­ranja, y fue siendo un malva y gris más y más profun­do, y durante los últimos cinco minutos se presentó un espectáculo de inenarrable tragedia y de sombrío de­sastre, antes de que se extinguieran del todo las luces. Y no pagué un solo centavo para presenciar el más gran­dioso espectáculo de toda mi vida.
Tenemos también el silencio de las montañas, y ese silencio es terapéutico: los picachos silenciosos, las ro­cas silenciosas, los árboles silenciosos, todo en majestuo­so silencio. Toda buena montaña es un sanatorio. Uno se siente acurrucado como un niño en su pecho. No creo en la Ciencia Cristiana, pero sí en las propiedades espirituales, curativas de los árboles antiguos y los lu­gares de montaña, no para sanar una clavícula fractura­da o una piel infectada, sino para curar las ambiciones de la carne y las enfermedades del alma: cleptomanía, megalomanía, egocentrismo, halitosis espiritual, titulitis, prestamitis, dirigentitis (el deseo de dirigir a los demás), neurosis de guerra, versofobia, maldad, odio, exhibicionismo social, terquedad en general, y todas las formas de enfermedades morales.





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